Actuación tras incendio.

Tras un incendio hay que tener en cuenta unas pautas para facilitar la mejor restauración del medio, pautas que deben ser seguidas por profesionales y que servirán para reducir gastos, mejorar la calidad de la planta del lugar, favorecer la autoregeneración natural del bosque y ayudar sólo cuando el daño imposibilita la mejora natural de ese espacio degradado.

Daños tras un incendio:

El clima mediterráneo tiene unas características peculiares, una estación seca y calurosa que ralentiza el crecimiento vegetal por el déficit hídrico, posibles lluvias torrenciales tras el verano que tienden a producir arrastres de suelo perdiendo gran parte del mismo. Además hay que contar con el cambio climático que está produciendo alteraciones hacia mayores contrastes en los parámetros. Tras un incendio aumenta la evaporación del agua, la insolación, las temperaturas… Pero actualmente no podemos hacer nada por modificar estas circunstancias.

El suelo pierde el componente biológico necesario para la formación de humus, mueren los organismos que airean el suelo, micorrizan vegetales y retienen humedad; se mineraliza el suelo y queda desnudo pudiendo perderse fácilmente por lluvias, lavarse y quedar sin nutrientes. Para evitarlo, en pendientes, lo mejor es dejar el material quemado para retener el suelo al tiempo que aportará lentamente materia orgánica.

La fauna edáfica desaparece, los animales más grandes se quedan sin refugio, sin protección frente a depredadores (que también desaparecen), sin crías (en muchos casos), sin zonas de alimentación, sin nido, madriguera. Además afecta a la regeneración, ya que muchos de ellos son esenciales para la dispersión de semillas y frutos. Para la rápida dispersión de semillas es mejor dejar fustes de modo que se utilicen como posaderos para aves con el fin de facilitar la dispersión natural en años venideros. Muchos animales se ven desplazados a otros ambientes y los que no encuentran otros refugios acaban despareciendo del lugar. Por ejemplo, sin árboles altos no nidifican los buitres negros y las cigüeñas negras (especies con figuras de protección).

La reducción estival del caudal de los ríos impide la extracción de más agua de los mismos sin perjuicio para la vegetación y la fauna, estos ríos y arroyos sirven como cortafuegos naturales por cambio de vegetación, por lo que es importante no hacer “limpiezas” que reduzcan la vegetación que refresca esos pasillos naturales. Se hace necesaria la restauración de los ecosistemas fluviales degradados; embalses que no tienen ninguna función deben de ser demolidos, extraídos los lodos y restauradas sus riberas y la dinámica fluvial del río.

Los fuegos de copas suelen acabar con el follaje de los árboles, lo que impide la fotosíntesis y por tanto su desarrollo. Los fuegos de superficie queman la vegetación de los estratos herbáceos y arbustivos que suelen incluir a sus semillas y frutos. Los fuegos subterráneos afectan a raíces y geófitos, son los más difíciles de detectar y por tanto de extinguir. Gran parte de las especies se pierden, sobre todo las de lento crecimiento. Entre la flora no pirófita podemos encontrar muchas especies, por ejemplo, en el encinar se encuentran torviscos, nuezas, esparragueras, tomillos, cantuesos, retamas, majuelos, arces, etc. Para recuperar la vegetación con toda su composición florística conviene dejar hacer a la naturaleza durante, al menos, la primera primavera, si aparece la regeneración natural, esos individuos son los mejor adaptados a esas condiciones y por tanto son necesarios para la recuperación de ese medio con su patrimonio genético. Si esta regeneración es parcial o pobre en especies, se le puede ayudar mediante un buen proyecto de restauración ad hoc, teniendo muy en cuenta no originar contaminación genética, produciendo la planta de la recolección de semillas, propágulos de la zona

Decálogo de buenas prácticas tras un incendio:

No introducir maquinaria pesada tras un incendio, con el fin de no compactar más el suelo, de no alterar el régimen hídrico, de no dañar los posibles rebrotes de la vegetación, no dañar el banco de semillas autóctono que se encuentre en el medio y mermar su viabilidad, proteger los pocos espacios de refugio de fauna beneficiosa que puedan quedar.

Control de la retirada del material vegetal quemado, evitándolo siempre que no sea estrictamente necesario: dependiendo de la pendiente, orientación, proximidad a una masa de agua, caminos, nivel de calcinación del material, etc. Se pueden dejar parte del material propio del lugar para ayudar a la recuperación del mismo como por ejemplo: fustes verticales como posaderos y para dar sombra a la colonización vegetal, fustes horizontales para frenar escorrentías -mediante instalación de fajinas-, ramajes para crear pequeños refugios de fauna (vivares para conejos, para reptiles, etc.), astillas trituradas para crear una capa de protección frente a la erosión y estimular la humificación con el fin de recuperar el horizonte A del suelo. No debemos olvidar que también hay fauna invertebrada que en la madera muerta encuentra su hábitat y que además sirve de alimento a otras especies.

La madera totalmente quemada, no sufre especialmente el ataque de escolítidos, siendo los pies afectados parcialmente o con daños mecánicos los más propensos a sufrir este tipo de ataques, por lo que consideramos que no está justificada la retirada de los árboles quemados. Esto unido a los problemas de erosión que provoca el arrastre de los troncos por suelos con fuertes pendientes y pobres, desaconseja esta práctica.

Control de la erosión y pérdida de suelo: asegurarse que ese suelo no se pierde por otros usos (construcciones, industria, urbanismo, etc.), que no se pierde por lavado de lluvias fuertes en alta pendiente, para ello se puede hacer una primera sujeción del suelo con hidrosiembra con mochilas de riego en las zonas más problemáticas a fin de evitar riesgos. Si la pendiente es muy pronunciada conviene crear pequeñas zonas según las curvas de nivel con material de la zona quemada, con biorrulos, tableras, fajinas, etc., a fin de retener las perdidas de suelo y fomentar el desarrollo de nuevos nichos para establecerse la vegetación.

Promover y fomentar la regeneración natural de la vegetación. Para ello hay que dejar pasar entre 1 ó 2 primaveras (según condiciones) para ver como evoluciona de forma natural el ecosistema sin ayuda humana, si el sistema era maduro y no se han alterado seriamente las condiciones del lugar, probablemente el ecosistema por si mismo pueda recuperarse sin necesidad de hacer ninguna intervención. Si tras pasados 2 años no se aprecia la regeneración natural, hay que realizar una restauración del espacio, a ser posible una restauración ecológica para mayor biodiversidad.

Seguimiento y control de la zona degradada por agentes para comprobar la evolución de la fauna y la vegetación a fin de poder modificar y aplicar las medidas más oportunas para su recuperación.

Favorecer y fomentar puntos de agua y refugio para la fauna a fin de que dicha fauna no consuman, tronchen, ni acaben con todos los brotes de la regeneración natural. Realizar un control de la evolución tanto de especies como de poblaciones de fauna potencialmente perjudicial y si corresponde aplicar medidas de protección de la vegetación (mayas protectoras, cercos, etc.).

Favorecer la recuperación del suelo y la vegetación: Para ello se puede hacer siembras con hongos simbióticos a las especies que se están regenerando a fin de fomentar el micorrizado, por otro lado, se pueden realizar enmiendas al suelo con aportes de materiales recuperados de labores silvícolas previamente triturados, crear pasillos de trabajo y actuación a fin de alterar la menor superficie posible.

Recuperación del ecosistema degradado: Si la regeneración natural no es favorable, se puede ayudar al sistema mediante el aporte de semillas y/o plantones de calidad. Para ello lo mejor es prepararse desde el fin del incendio recogiendo semillas en las proximidades para llevar al vivero y semillarlas, de modo que a los 2 años ya tengamos material para llevar al campo si fuera necesario; incluso siembra in-situ. La implementación con varias especies es lo más acertado ya que es conocido que las masas homogéneas tienden a quemarse más fácilmente que las heterogéneas, por ello conviene disponer de unas 5 a 10 especies de árboles y arbustos autóctonos y locales, creando variedad de estratos y combustibles para evitar repetir los mismos errores del pasado.

Plantaciones en el campo: se evitará personal no cualificado en las labores de planificación y se fomentarán las consultas con otros expertos en la elaboración del proyecto, se evitará la maquinaria pesada para salvaguardar la regeneración natural establecida, se evitará la repoblación con monocultivos (principalmente de pinos) para reducir el riesgo por incendio, se evitarán los marcos clásicos de plantación, buscando la máxima naturalidad posible a la masa vegetal a formar, tanto de posición como de especies a implantar (según la vegetación potencial del lugar). Se buscará crear una serie de vegetación progresiva, para ello se incluirán los matorrales propios del ecosistema como refugio de fauna en forma de pequeños rodales en zonas adecuadas (según la insolación, pendiente, tipo de suelo, etc.)

Implicación social y seguimiento: para que se valore y aprecien los esfuerzos realizados por mejorar el medio ambiente, se necesita el apoyo de la sociedad civil, implicándoles en la mejora y conservación del mismo, bien haciéndoles partícipes en censos, plantaciones, seguimiento u otros voluntariados, bien informándoles periódicamente de los avances de la recuperación. No hay que olvidar que tardará más de 20 años en recuperar el esplendor anterior y puede que muchos no lleguen a verlo, pero que tengan la esperanza que sus hijos lo verán.

Pasado el tiempo y en la medida en que se recupera la vegetación en los montes, es imprescindible restituir toda la cadena trófica, incluidos los grandes herbívoros que se encargarán de “limpiar el monte”, tarea inasumible para las administraciones y que en la práctica tan solo consigue empobrecer nuestros bosques.

Esto es fomentar el respeto por los valores ambientales, esto es proteger la naturaleza, esto no es un negocio, no hay beneficio económico directo, pero indirectamente es calidad de vida, es riqueza de patrimonio ecológico, es futuro.

Es fundamental evitar que los incendios avancen sin control. Para ello es imprescindible que los ayuntamientos hagan cumplir las medidas de seguridad en los núcleos urbanos enclavados en masas forestales, medidas recogidas en el Plan de Emergencias de Prevención de Incendios Forestales. Muchos municipios y urbanizaciones no adoptan estas medidas de seguridad por ahorrarse una ridícula cantidad de dinero, obligándonos al resto a asumir un enorme gasto económico en la extinción de incendios, así como un alto coste medioambiental.

Fuente: ARBA

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