Demostrada la validez del «postulado del árbol» en arquitectura

Un reputado grupo de estudiosos ha logrado demostrar que en arquitectura se cumple el conocido como “postulado del árbol”. El postulado dice, por no recurrir a las tediosas demostraciones físico estadísticas que lo justifican, que la supervivencia y el éxito de una obra de arquitectura se funda en la cantidad y profundidad de los intercambios que realiza con su entorno más invisible. 

En realidad, esta sesuda hipótesis resulta una variación de un postulado extraordinario del mundo vegetal, intuido anteriormente por la botánica y cuya validez ha sido demostrada gracias a un grupo de investigación tal vez financiado por un plan estatal comandado por notables catedráticos eméritos de las más americanas universidades. El caso es que el estudio en cuestión asegura que la pervivencia de un árbol está condicionada a la profundidad a que haya sido capaz de clavar sus raíces y el número de hongos compartidos entre ellas. Ya ven. Tanto para eso. Sin embargo no conviene dejarse engañar por su aparente simpleza, porque el postulado tiene su valentía.
 
A pesar de su aparente novedad fue un juntapalabras quien mejor supo encontrar una formulación precisa a este postulado hace mucho tiempo, Federico Hebbel, aunque desgraciadamente solo llegó a inscribirla en su losa sepulcral en lugar de una revista con suficiente índice de impacto: “Si el árbol se echa a perder, aunque sea en el peor de los suelos, es sólo porque no clava sus raíces lo bastante hondo. Toda la tierra es suya”. Lo hermoso de esa lapidaria sentencia es lo que dice en su última frase: “toda la tierra es suya”. Porque significa que toda ella pertenece a la obra de arquitectura (y al árbol), lo que implica también que esa tierra son de usted, y mías, a cambio de clavar suficientemente fuertes las garras bajo ella y que nuestras raíces estén suficientemente bien conectadas.
 
De este postulado se deriva, también y recíprocamente, que la obra pertenece a esa tierra, y por puro amor a la lógica del razonamiento, también usted y yo. Lo cual es destapar un sentido de la propiedad muy poco economicista. (Esto último, por cierto, no estaba ni siquiera esbozado en el rotundo descubrimiento de aquellos egregios catedráticos). 
 
La arquitectura se sostiene, para acabar, gracias a esa garra feroz que la engancha al terreno y la conecta con otras obras hasta el centro de la tierra, y esa otra garra de la tierra hacia ella. Y si supervive es porque ambas se abrazan mutuamente con suficientes energías como para sobrevivir sin estrangularse.
 
Respiremos. Por fin ha sido demostrada indirectamente la necesaria vinculación de la arquitectura con el lugar donde se posa y con el resto de las obras de arquitectura. Ahora solo falta corroborar si los ensayos han sido correctamente realizados y tienen suficiente validez en este inesperado campo, porque siendo algo científico, ya se sabe, lo mismo en dos días sale otro descubrimiento anulando el anterior…
 

SANTIAGO DE MOLINA

Arquitecto ETSAM, Doctor Arquitecto UPM. Premio extraordinario de Doctorado. Compagina labores docentes con el trabajo en su oficina de arquitectura. Ha publicado los libros Arquitectos al margen, también Múltiples. Estrategias de la arquitectura y Collage y Arquitectura, éste último seleccionado en los premios FAD de Arquitectura y Crítica 2015. Su obra construida ha sido seleccionada en la Bienal de Arquitectura y Urbanismo Española 2013. Sus obras y sus escritos han sido publicados en diversos medios nacionales e internacionales.

 
Fuente: Múltiples
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