Con características físicas y químicas generalmente más propicias para usos estructurales tanto en la arquitectura como en la ingeniería, la madera antigua presenta ventajas claras en comparación con la madera más nueva.
Debido a su lento crecimiento a lo largo de los años, la madera más antigua tiende a ser más densa, con esta característica directamente relacionada con la resistencia mecánica del material, por lo que es más capaz de soportar cargas y cepas y convirtiéndose en ideal para aplicaciones estructurales.
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Indicando la edad del árbol, el mayor número de anillos de crecimiento indican fibras más compactas y resistentes, siendo cada anillo una capa extra de refuerzo a la estructura, contribuyendo a su estabilidad.
Además, la madera más antigua, debido a su densidad y composición, tiende a ser más resistente a la decadencia y al deterioro causado por agentes biológicos, lo que da como resultado una vida más larga de la estructura, convirtiéndola en una elección duradera para proyectos de arquitectura e ingeniería.
Es importante hacer hincapié incluso en la menor tasa de combustión que la madera más antigua ha comparado con la madera más nueva. Arde más lentamente y de manera controlada, brindando mayor seguridad en caso de incendio, lo cual es una consideración crucial en los proyectos estructurales.
La madera antigua muestra una mayor estabilidad dimensional, reduciendo el fracking y la deformación. Esta característica es esencial para proyectos en los que la precisión es crucial.
Al elegir madera más antigua, se incorpora siglos de lento crecimiento, resistencia inigualable y compromiso con la sostenibilidad. Una elección que va más allá de la estética, convirtiéndose en una oda a la excelencia arquitectónica e ingeniería.
Fuente: Nucleo da madeira