Corporaciones, impuestos y sobretasa para recuperación ambiental.

Tiene razón el doctor Carlos Gustavo Cano cuando llama la atención sobre la necesidad de invertir más en la defensa y protección del Medio Ambiente. Es redundante ahondar en esto. Lo que sí, no se puede hacer, es continuar sacando plata del bolsillo a los contribuyentes y entregándola a entidades burocráticas para que los manejen.

Los colombianos venimos pagando de tiempo atrás la llamada sobretasa ambiental, que reciben y administran las corporaciones autónomas regionales del medio ambiente. Sobretasa cuyo monto anual total muy seguramente sobrepasó los dos billones de pesos hace mucho rato. Una cantidad de recursos importantes que de haberse aplicado eficientemente permitirían mostrar en los veinte años transcurridos un país recuperado ambientalmente: plenamente arborizado, limpio y generando empleo y riqueza.
 
Desafortunadamente, la compensación a ese esfuerzo que hace el sector productivo colombiano no ha revertido en mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos y menos aún de su hábitat.
 
En caso de que se estuvieran implementando las medidas encaminadas a mejorar la calidad ambiental, serían cuantificables, medibles. Es decir, se podría saber si tenemos mayor cobertura vegetal, más bosques; menos frentes de erosión y menos tierra degradada, medidas en hectáreas o metros cuadrados; agua y aire más limpios, tasados en gramos o miligramos de contaminante por litro o por metro cúbico; menos movimiento de sedimentos, menos desastres, paisajes más bellos, santuarios naturales bien conservados, menos ruido; ciudades más frescas y amables; basuras y desechos, industrial y comercialmente bien aprovechados.
 
Es decir si quisiéramos podríamos saber que tan bien estamos haciendo la tarea ambiental. Podríamos saber, sí, año a año estamos mejorando o empeorando. Podríamos calificarnos de 1 a 5 o en porcentaje de 0 a 100%.
 
Algún exministro del Medio Ambiente declaró en una ocasión que si introdujéramos frecuentemente un recipiente al Rio Magdalena, en el puente Pumarejo de Barranquilla y pesáramos la cantidad o porcentaje de sedimento y estudiáramos su composición, tendríamos una excelente medición de cómo evoluciona la situación ambiental en el interior del país, pues por allí desagua en su mayor parte. La medición puede por demás implementarse en muchos de nuestros grandes ríos.
 
Pero no. En más de cuatro lustros de haber empezado a montarse el andamiaje burocrático que debería atender el deseo de los constituyentes de 1991, de tener un mejor país para las generaciones venideras, estoy seguro que nadie se atreve a hablar de mejoría, no en los indicadores, pues ya lo dije: ni los tenemos y por el contrario, si no hablamos de estar peor, para evitar discusiones que a nada conducen, si   se puede asegurar que ni siquiera hemos empezado a hacer el buen recorrido.
 
Las corporaciones, creadas para sostenerse con recursos provenientes del presupuesto general de la nación, se apropian para gastar en burocracia de enfoque clientelista, los recursos de la sobretasa ambiental y por el mismo desagüe se pierden los demás ingresos, por ejemplo las multas, los pagos por vertimientos.
 
Es vergonzoso el ejemplo de una de nuestras corporaciones, que de manera vertiginosa duplicó su nómina pasando a la modalidad de carrera, todo el personal que tenía por la figura de contrato, ahorcando por esta vía de manera definitiva las posibilidades de hacer inversión para la recuperación.
 
Es necesario pensar en alternativas creativas. Otros caminos. El exministro Cano empezó a esbozarlas.  Mediante certificadoras de acrisolados quilates se puede compensar, vía disminución de impuestos a quienes establezcan bosques o puedan vender bonos por captura de carbono, a empresas que deben compensar por contaminar; también a quienes ensanchen las fajas de protección a las fuentes de agua, a quienes aumenten el sombrío en sus potreros.
 
La sobretasa ambiental debe entregarse a un Fondo Forestal, para reverdecer y enriquecer el país.
 
Quienes contaminen aguas y aire, sometan praderas y suelos en general a la erosión, deben ser obligados a suscribir bonos de carbón que deben comprar a quienes hagan bien la tarea.
 
Hay buenos ejemplos. En el cañón del río San Juan, en el Suroeste antioqueño, la Reforestadora Industrial de Antioquia (RIA), el Comité Departamental de Cafeteros, en su convenio con la KFW y gobierno nacional con el programa CIF (certificado de incentivo forestal), con pocos recursos, han hecho mucho más que cualquier otra entidad por la recuperación de la cuenca y embellecimiento de sus paisajes, aplicando, en praderas arruinadas por ganadería extensiva en lomas, sus recursos al establecimiento de plantaciones, que además empiezan a devolver riqueza en forma de madera.
 
No más mecanismos tradicionales de impuestos para poner en manos de burócratas. Con el agravante de que en su mayoría son centralistas. Es decir se consumen casi en su totalidad, en los cada vez más contaminados y congestionados centros urbanos.
 
Colombia debe ser verde. A ese negocio se debe enfocar. Gracias a la gran cantidad de radiación y lluvia que recibimos, los arboles acumulan a diario miles de toneladas de energía limpia aprovechable.  Una mayor retención de pobladores en el campo por la vía de su recuperación ambiental, deberá adicionalmente redundar en ciudades más limpias y amables.
 
Benicio Uribe Escobar
Ingeniero Forestal (UnalMed)
Correo: beniciouribe@gmail.com 
Hispania, Septiembre de 2015
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