
Un grupo de personas se adentra en silencio en un bosque del Prepirineo. Sólo se oye el crepitar de la hojarasca y el trino de pájaros. Se percibe la luz solar tamizada por las hojas y los rayos colándose entre el ramaje. Las sombras de los troncos se prolongan a medida que avanza el día. El aroma a tierra húmeda emerge. Los miembros del grupo camina entre arboledas, descansa, realizan ejercicios de respiración… Están dándose un baño de bosque , o como se conoce en japonés, shinrin-yoku, una práctica con propiedades terapeúticas surgida hace 30 años en aquel país.