Cómo la culpa y la vergüenza controlan las decisiones ambientales

Estudios anteriores han demostrado que las emociones de vergüenza y culpa a menudo se consideran provocativas cuando las personas necesitan abordar problemas ambientales.

La principal conclusión del nuevo estudio es que las personas muy conscientes del medio ambiente tienen más probabilidades de sentir culpa cuando no cumplen con sus propios altos estándares ambientales.

Al mismo tiempo, las personas menos conscientes del medio ambiente se sienten avergonzadas por su falta de compromiso.

Sentimiento de culpa

Las personas que se preocupan profundamente por el medio ambiente experimentan culpa por no hacer lo suficiente, ya que asumen un alto grado de responsabilidad por sus acciones y su impacto en el medio ambiente. Por otro lado, quienes se preocupan menos tienden a sentir vergüenza por su falta de interés y acción con respecto a los problemas ambientales, lo cual a menudo se desencadena durante la interacción social, explica Rikke Sigmer Nielsen, autora principal del estudio.

Los investigadores realizaron entrevistas en profundidad con 18 daneses, que representan un segmento representativo de la población en función del género, el nivel educativo, la edad, el lugar de residencia y el nivel de participación.

Entre los participantes más preocupados por el medio ambiente, la sostenibilidad y la conciencia ambiental ocupaban un lugar destacado en su vida diaria, una preocupación que se sustentaba en numerosos principios morales. Aun así, experimentaban sentimientos de culpa de vez en cuando. De hecho, había ciertas cosas que dificultaban su deseo de hacer lo mejor para el medio ambiente.

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Una participante mencionó que encontrar vaqueros en una tienda de segunda mano podía ser complicado. Por eso, a veces terminaba comprando unos nuevos, dice Nielsen. Aunque tenía la costumbre de no comprar ropa nueva, a veces cedía cuando elegir una opción sostenible se le hacía demasiado difícil.

Otra participante se sentía culpable por sus frecuentes viajes en autocaravana, que dependen de combustibles fósiles y contaminan más que los trenes, por ejemplo. Aunque lo justificó diciendo que uno necesita vivir la vida y que ver el mundo también era importante.

Los no interesados

Por otro lado, quienes muestran menos interés y preocupación por el medio ambiente consideran que la creciente atención de la sociedad al clima, el medio ambiente y la sostenibilidad puede ser excesiva en ocasiones. A menudo, citan la falta de tiempo y dinero como razones para no tomar decisiones de consumo más respetuosas con el medio ambiente.

Los problemas ambientales no les preocupaban demasiado en su vida diaria, y en general sentían que el debate sobre el clima y el medio ambiente había ido demasiado lejos. Sin embargo, seguían sintiendo vergüenza en situaciones sociales porque eran conscientes de que otros podrían pensar que tenían actitudes equivocadas o que estaban llenando sus carritos de la compra con productos inadecuados, explica Nielsen.

El nuevo estudio contribuye a una comprensión más profunda de cómo las emociones de culpa y vergüenza influyen en las decisiones ambientales cotidianas de las personas. La investigación ayuda a explicar por qué algunas personas responden a los problemas ambientales con culpa o vergüenza y cómo estas emociones pueden generar diferentes reacciones.

Los organismos gubernamentales pueden utilizar este nuevo conocimiento al desarrollar políticas, estrategias y comunicaciones para fomentar un comportamiento más proambiental.

“Los resultados pueden ayudar a los responsables políticos y a las organizaciones a diseñar campañas e iniciativas políticas más efectivas destinadas a promover un comportamiento más sostenible”, afirma Nielsen.

El estudio también abre un debate más amplio sobre si es ética y moralmente aceptable utilizar la culpa y la vergüenza como herramientas en la comunicación ambiental. Al mismo tiempo, según el investigador, se debe tener precaución al utilizar la culpa y la vergüenza para influir en las personas, ya que hacerlo puede tener consecuencias imprevistas.

Invocar la vergüenza suele generar resistencia y desafío en lugar de un cambio de comportamiento positivo. Y no es ahí donde queremos ir. Pero algunas personas —aquellas que se preocupan por los problemas ambientales— podrían, en algunos casos, usar sus sentimientos de culpa y vergüenza como una especie de brújula moral para motivarse a actuar de forma más sostenible. Por lo tanto, estas emociones son complejas y deben comprenderse a fondo si queremos fomentar un comportamiento proambiental —concluye Nielsen—.

Fuente: Universidad de Copenhague

Estudio original DOI: 10.3389/frsus.2024.1357656

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