Aún no se ha establecido el mecanismo involucrado en este fenómeno, así que sólo se puede disfrutar las bonitas figuras que forman los árboles, creando canales en el cielo.
Científicos afirman que se trata de un curioso fenómeno biológico alelopático (fenómeno biológico por el cual un organismo produce un compuesto bioquímico que influyen en otros organismos), muy poco conocido, más frecuente entre árboles de la misma especie.
Desde los años 50 se viene hablando acerca de la timidez de ciertos árboles, un fenómeno conocido como crown shyness. Difundido por el escritor de botánica australiano Maxwell R. Jacobs, explica el extraño fenómeno por el que las copas de los árboles dejan de crecer justo donde comienza la copa de otro árbol.
Jacobs estudió los patrones de la timidez en el eucalipto (Growth habits of the eucalypts) y llegó a la conclusión de que los brotes eran sensibles a la fricción de las ramas mecidas por el viento, lo que provocaba claros en el dosel.
La timidez de los arboles es un curioso fenómeno biológico alelopático*, muy poco conocido, más frecuente entre árboles de la misma especie.
No se sabe la causa exacta que produce la timidez del dosel arbóreo. El fenómeno se ha discutido en la literatura científica desde los años 20, pero no fue hasta finales de la década de 1950 cuando se le dio nombre.
Muchas especies no son tímidas: las copas se tocan y entrelazan sus ramas, pero es raro que dos canopeos* se entremezclen por completo. En Europa, robles y pinos son buenos ejemplos de arboles tímidos, incapaces de tocar a sus vecinos mas cercanos.
Otra explicación de la timidez en los arboles, es que es una forma de permitir que la luz penetre mejor en el bosque y a la vez proporciona una ventaja evolutiva selectiva frente a las enfermedades contagiosas y la propagación de insectos cuyas larvas se alimentan de las hojas. Los árboles tímidos tienen así, menos probabilidades de estar contaminados a pesar de una distribución densa en el espacio.
Pero los arboles retraídos, penosos de tocar a sus próximos congéneres es todavía un misterio. Una rareza natural que ha sido notablemente popularizada en películas, libros y conferencias por el biólogo, botánico y dendrólogo, Francis Hallé. Como en el maravilloso documental Il était une forêt (Erase una vez un bosque)
Existen otra serie de teorías, que intentan dar una respuesta sobre el origen de la misma. La teoría que siguen más forestales dice que las ramas de los árboles, que están en contra una de otras, se podrían ver dañadas en el momento de una tormenta o se podrían ver acosadas por una racha de viento. El espacio vacío que hay entre un árbol y otro, surgiría al vivir un evento externo y tener que sobrevivir. O sea, sería un equilibrio natural ante las fuerzas de fricción, de contacto. Esta teoría es la que se apoya en la causa de abrasión, a causa de la fricción propia del contacto entre varias ramas, lo que dañaría los tejidos y podría limitar el crecimiento de los mismos.
También se sabe que gracias a los fotoreceptores, los árboles (y otras plantas) intentan evitar a sus vecinos, para intentar beneficiarse de la mayor cantidad posible de sol posible. En resumen, la belleza que son capaces de dibujar los árboles es, en realidad, fruto de la necesidad de repartirse la luz entre los árboles, por la competición a la hora de sobrevivir.
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