La sequía predice incendios graves en la Amazonía occidental

Una nueva investigación sobre las causas de los incendios en la Amazonía occidental brinda luces sobre la gestión de incendios, la adaptación y la mitigación de los daños.

La sequía funciona mejor como indicador de la frecuencia y severidad de incendios en la Amazonía que la extensión de la cubierta forestal o cualquier otra vegetación presente en el área, según un nuevo estudio realizado en la región de Ucayali, Perú.

Esto desafía la antigua creencia según la cual cualquier actividad humana directa, como la perturbación del bosque o las prácticas agrícolas, es la principal y única causante de los incendios en la Amazonía.

A partir de datos recolectados durante un periodo de diez años con sensores remotos y más de 700 entrevistas a agricultores locales, los autores sugieren que el tamaño y la intensidad del fuego es tan importante como el número de incendios para determinar su impacto ecológico, tal vez aún más importante.

Los resultados traen importantes consecuencias para la gestión de incendios, la adaptación y la mitigación de daños. Y son muy oportunos.

PERIODO SECO, PERIODO DE FUEGO

“Si nos fijamos en los datos globales del clima, hay una alta probabilidad de largos períodos de sequía en el futuro”, dice Miguel Pinedo-Vásquez, científico sénior del Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) y uno de los autores del estudio.

Los conocimientos sobre los factores agravantes en la intensidad del fuego, preparan el terreno para medidas de control mejor informadas y ejecutadas”.

“La catástrofe ya está sucediendo. Ocurrió en el 2005 y en el 2010, con los mega-incendios del Amazonas y también está sucediendo en la Amazonía occidental. Y el fuego sin control va a ser el principal peligro en la región”.

Si bien esos riesgos sin duda incluyen la pérdida de vidas y bienes, eso no es todo.

El aumento de los incendios en la región amazónica representa una amenaza para el propio ecosistema. A diferencia de las especies de clima templado, los árboles del bosque tropical no han evolucionado en presencia de incendios naturales intensos, y tienen menos capacidad de sobrevivir a estos.

Un estudio del 2014 en el sureste de la Amazonía señaló incrementos en la mortalidad de árboles de 226% a 462% durante periodos de sequía severa, mucha de la cual estuvo asociada con actividad de fuego inusual. Los grandes incendios y el colapso asociado del dosel también pueden dejar las áreas quemadas abiertas a la invasión de gramíneas aún más inflamables, creando un ciclo de retroalimentación negativa.

Pero los incendios amazónicos también tienen consecuencia en el clima mundial. En condiciones normales (o en lo que antes se consideraba normales), el bosque amazónico absorbe más C02 a través del crecimiento de la biomasa que se emite a través de la quema y la descomposición: aproximadamente dos millones de toneladas más por año.

Durante el año del megaincendio del 2005, sin embargo, se produjo una absorción neta de 5 200 millones de toneladas, apenas debajo de los 5 400 millones emitidos anualmente por los Estados Unidos. Durante los incendios del 2010, aún más grandes, las emisiones netas subieron a un récord de 8 mil millones de toneladas. Tanto el 2005 como el 2010 fueron años de sequía excepcional.

Pero lo positivo de la nueva investigación es una mejor comprensión de las causas de los incendios crea una oportunidad para mejores prácticas de gestión.

LA LLEGADA DE LA SEQUÍA

La predicción de las sequías es más precisa que nunca. Contrariamente a la opinión popular, los fenómenos de El Niño o La Niña no causan las sequías. Por lo menos no en la Amazonía occidental.

“Nuestra investigación confirma que no hay conexión”, dice Pinedo-Vásquez. “Pero hay una fuerte correlación con los cambios en las temperaturas superficiales del mar en el Atlántico. Y ahora, con un nivel muy alto de precisión, podemos predecir cuán grave será la temporada de incendios”.

Esa capacidad de predecir, junto con los conocimientos sobre los factores agravantes en la intensidad del fuego, preparan el terreno para medidas de control mejor informadas y ejecutadas.

Entre las medidas más recomendables están los calendarios coordinados de incendios a nivel nacional o regional: en esencia, esfuerzos que concentren incendios provocados por la población local en los momentos de mayor humedad, cuando el peligro de incendios fortuitos se reduce considerablemente.

“Los incendios que podrían requerir el esfuerzo de 15 o 20 personas en condiciones extremadamente secas pueden ser contenidos por tres o cuatro durante la temporada de lluvias”, dice Pinedo-Vásquez.

Las catástrofes están sucediendo, pero ahora las entendemos. Las personas utilizan el fuego porque tienen que ganarse la vida. Se trata de una cuestión económica”

Aquí el estudio en Ucayali proporciona información esclarecedora adicional: durante los diez años del estudio, el daño global del fuego en la región no era resultado sólo del número de incendios.

INTENSIDAD E IMPACTO

A pesar de que casi todos los incendios registrados fueron causados por actividad humana, su tamaño e intensidad fueron más indicativos en un determinado año por su impacto global en el ecosistema, que por el número de puntos de ignición.

Un mayor número de incendios, si se los programa y contiene adecuadamente, podría causar menos daño que un número menor de incendios intensos  fuera de control. Sin embargo, en la región se practica de manera generalizada una prohibición y criminalización uniforme para controlar incendios.

Para Pinedo-Vásquez, la atención al contexto social es clave. Según señala, el fuego ha sido una herramienta de gestión de la tierra en la Amazonía durante milenios.

“Las catástrofes están sucediendo, pero ahora las entendemos. Las personas utilizan el fuego porque tienen que ganarse la vida. Se trata de una cuestión económica”, dice.

“Tenemos que participar con ellos en un proceso de adaptación al fuego, y ese proceso tiene que hacerse sobre la base de información, buenas decisiones y un entendimiento del rol importante que el fuego desempeña en los medios de vida de las personas, en lugar de castigarlos. El castigo no es útil”.

Para obtener más información sobre esta investigación, por favor póngase en contacto con Miguel Pinedo-Vasquez en m.pinedo-vasquez@cgiar.org

Esta investigación fue financiada por la National Science Foundation  y el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR).

Fuente: CIFOR