Suzanne Simard, profesora forestal de la UBC, es una ecóloga forestal cuya investigación se centra en cómo los organismos que viven en el suelo, como hongos, ayudan a los árboles a establecerse y crecer. Algunos hongos viven dentro de las raíces de los árboles y forman micorrizas (literalmente “raíces de hongos”). Estos hongos ayudan a los árboles a adquirir nutrientes y agua del suelo a cambio de carbono.
En 1997, Simard formó parte de un equipo de investigadores que descubrió que los árboles estaban conectados entre sí a través de una red subterránea de hongos micorrízicos «wood wide web». Esta red permite a los árboles comunicarse mediante la transferencia de carbono, nutrientes y agua entre sí.
Simard también ayudó a identificar algo que se llama un árbol central, o «Árbol madre». Los árboles madre son los árboles más grandes de los bosques que actúan como centros centrales de vastas redes de micorrizas subterráneas. Apoyan los árboles jóvenes o las plántulas al infectarlos con hongos y transportándolos con los nutrientes que necesitan para crecer.
En el video, la Profesora Simard de la Universidad de British Columbia, relata la manera en que un árbol individual se relaciona con aquellos que lo rodean, así como las diferentes redes que permiten que todos los árboles sobrevivan. Según Simard, la interconexión de estos asegura la supervivencia de la mayoría ya que, al contrario de lo que creía Darwin, no se trata de la supervivencia del más apto, sino de la supervivencia de la mayoría mediante el apoyo de los demás. Quizá lo más sorprendente del trabajo de Simard, es que la comunicación sucede a través del fungi y de las raíces de los árboles, de manera similar a como las neuronas son responsables de la comunicación en el cerebro humano.
“Encontramos que el fungi (término latino que puede traducirse como hongo) conecta una planta a otra” explica Simard, mientras más nos alejemos del árbol encontraremos las raíces que participan en este intercambio. El fungi se alimenta del carbón de las raíces, que a la vez es pasado de un árbol al otro (1:39), dependiendo de quién lo necesite.
Simard también explica que hay “Árboles Madre”, es decir, árboles muy viejos (el que ella nos enseña tiene unos 500 años) que tienen una red enorme a su alrededor, fungen como un hub que domina y se relaciona con todos los árboles que lo rodean, aunque estos sean de otra especie.
“Es un sistema complejo con muchas partes diferentes. Todas ellas trabajan juntas: el fungi trabaja con el árbol. Funciona como nuestro cerebro, en nuestro cerebro tenemos redes neuronales, tenemos neuronas y axones, y todas están físicamente conectadas, pero también están metafísicamente conectadas porque envían mensajes de un lado para el otro, aprenden una de la otra, funcionan como el ecosistema de un bosque. En un bosque el trabajo conjunto entre un árbol y el fungi da mucha estructura que se ve reflejada en la diversidad de especies […] y esa diversidad es la que hace que el bosque sea resistente.”
A pesar de que el video explora las múltiples fortalezas de un bosque, una comunidad que es capaz de resistir desastres naturales como incendios y tormentas, concluye que la compleja interconexión entre los diversos árboles no se ha podido adaptar a una de sus mayores amenazas: el ser humano. Explica que en vez de respetar a los bosques, y especialmente a los árboles madre, estos son talados, ignorando el legado que estos pueden dejar a los otros árboles. Después de morir, los árboles madre continúan contribuyendo a la comunidad, pasando nutrientes a aquellos que los rodean.
Aquí el video, que además de ser interesante y educativo, está muy bien ilustrado:
¿Existe la comunicación arbórea? de clic para ver el vídeo