El papel de los bosques plantados en el efecto invernadero

Foto: Servindi

Los bosques plantados en Brasil se remontan a principios del siglo XX, tal vez antes ya lo hicieran, pero la práctica se intensificó tras el ingeniero Edmundo Navarro de Andrade ser contratado por la Compañía Paulista de Ferrocarriles para desarrollar el proyecto de creación de Huertos Forestales, a lo largo de los ferrocarriles de las ciudades, a principios del siglo pasado. Navarro fue conocido como «el plantador de bosques» y su proyecto tenía el objetivo de producir madera para los durmientes de los ferrocarriles. Por medio de ese trabajo, diversas especies de eucalipto fueron traídas a Brasil y, posteriormente, en la década de 1940, variedades de pino también fueron introducidas como bosques plantados. Hoy en día, cuentan con otras clases siendo utilizadas para diversos fines, como la acacia, la teca, el seringueira, paricá, araucaria, álamo y caoba.

Las prácticas de reforestación se intensificaron en los años 60 y 70, debido a los incentivos gubernamentales para el desarrollo industrial. En este período, el gran interés de los productores de bosques era suplir el mercado interno como los hornos de siderúrgicas, la producción de carbón y las industrias de papel, celulosa y papel. Sin embargo, a lo largo de los años, se percibió los beneficios que estas plantaciones podrían traer para la sociedad y el medio ambiente.

Aunque muchas personas todavía recriminan, las prácticas de reforestación, con fines comerciales, contribuyen a la reducción de la necesidad de la exploración de bosques nativos, protegen los suelos y manantiales, ya que tienen un ciclo de desarrollo más largo en comparación con la mayoría de los cultivos agrícolas, y propician corredores ecológicos permitiendo el mantenimiento del flujo génico de la fauna. Con el paso del tiempo, los bosques replantados también generaron cambios en la matriz energética de las siderurgias, que pasaron a utilizar el carbón vegetal como alternativa sostenible al carbón mineral.

Fruto de las actividades industriales, el dióxido de carbono (CO2) es uno de los principales villanos ambientales, que daña la capa de ozono y es responsable del famoso efecto invernadero, que acelera el proceso de calentamiento global. Sin embargo, el CO2 también es fundamental para el equilibrio del ecosistema. Absorbidas por las plantas, las moléculas se metabolizan por el proceso de fotosíntesis para generar alimento y desarrollar organismos vegetales sanos. Cuando aún son jóvenes, el proceso de secuestro de carbono de los árboles es mucho más intenso que cuando los bosques son maduros, a pesar de todo, los bosques de la tierra siguen almacenando carbono en biomasa a través de las moléculas de gas carbónico.

Al ser cosechadas y extraídas de donde se desarrollaron, los bosques entran en la cadena de producción industrial y las moléculas de carbono entran en un nuevo ciclo, el de los residuos. En el campo, una parte se incorpora al suelo, otra se degrada y vuelve a la atmósfera, mientras que el resto queda retenido en la composición molecular de los productos generados por el procesamiento de la madera, y que sólo volver a la atmósfera después de un proceso de descomposición. Es decir, entre la plantación y el proceso de transformación industrial, podemos afirmar que las prácticas de reforestación más absorben de lo que emiten gases de efecto invernadero, cerrando de esa forma, con un saldo positivo para el medio ambiente.

Esto explica el importante papel de los bosques plantados en la sustitución de materias primas minerales, ya que éstas poseen el ciclo del carbono muy largo, no secuestran carbono, y por lo tanto causan gran acumulación de estos gases nocivos en la atmósfera. El exceso de gases invernadero genera el calentamiento global, y viene ocurriendo de forma acelerada con impactos negativos para todos los ecosistemas. Para frenar este proceso, se firmó el Protocolo de Kioto (1997), un compromiso de las grandes naciones del mundo para seguir reglas rígidas de producción industrial, en favor de la reducción de CO2, disminuir el efecto invernadero y desacelerar el proceso de calentamiento global, de proteger los bosques.

En el año 2016, Brasil poseía 7,84 millones de hectáreas de bosque plantadas, entre ellas el eucalipto representaba 5,67 millones ha, lo que hace de esta cultura una importante fuente para el mantenimiento de los mercados madereros y la búsqueda de recursos sostenibles. Sin embargo, dentro del proceso de formación de estos bosques, también ocurre la emisión de gases invernadero, en diversos momentos, como en el uso de máquinas para el cultivo del suelo y el mantenimiento de los bosques, así como en el corte y transporte de la madera producida para las áreas de beneficiamiento . También no podemos olvidar las formas indirectas de contaminación, por ejemplo, en la producción de los insumos y en el uso de productos inadecuados y poco eficientes en el mantenimiento de la sanidad forestal, que hace necesaria la repetición de aplicaciones para garantizar la calidad de los plantíos.

En los últimos años, el desarrollo de nuevas moléculas ha traído más eficiencia para el manejo. La mejora en el control de las malas hierbas, por ejemplo, propició la reducción en el número de aplicaciones de herbicidas y, consecuentemente, la disminución en el uso de combustibles fósiles para la maquinaria y emisión de gases invernadero. En el año 2014, en su tesis doctoral, Eduardo Henrique Rezende defendió, en su tesis doctoral, sobre «Aplicación de herbicidas en la implantación de áreas de Eucalyptus urophylla, antes y después del plantío», que la molécula isoxaflutole, entre las demás moléculas herbicidas estudiadas, es la que no sólo afecta a las plantas de E. urophylla (eucalipto), haciendo su aplicación un aliado tanto para el productor como el medio ambiente.

Sabiendo el importante papel que los bosques poseen en el control de los gases de efecto invernadero es imprescindible que se busque cada vez más incentivos para una producción forestal sostenible, es decir, con herramientas eficientes que ayuden a la productividad forestal, secuestro de carbono y con cada vez menos recursos.

Fabricio Sebok es coordinador de desarrollo de productos forestales de Bayer para América Latina. En el marco de la reforma agraria y de la reforma agraria, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en el marco de la reforma agraria.

Fuente: Celulose Online

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