Por fin llegaron los días de sol y calor. Los días son más largos y empezamos a hacer más vida en la calle o en las estancias exteriores de nuestro hogar, tales como terrazas, patios, porches y jardines.
Nos encanta disfrutar del buen tiempo y de sus beneficios, pero cuando el calor aprieta tendemos siempre a buscar la sombra y a refugiarnos en un lugar más fresco.
A falta de un porche o de un árbol frondoso, desde tiempos inmemoriales se las han ingeniado para proveerse de alguna estructura que les aportara cobijo y sombra. Es así como actualmente, disponemos de multitud de opciones para asegurarnos una zona resguardada del sol, como sombrillas, cenadores, toldos y pérgolas.
Precisamente, estas últimas serán las protagonistas de nuestra entrada de hoy. Las pérgolas son uno de los elementos arquitectónicos más polivalentes en lo que al exterior de una vivienda unifamiliar se refiere.
Sus aplicaciones son muy variadas y van desde un simple cobertizo para la zona exterior del garaje, hasta una zona de sombra junto a la piscina o en medio del jardín.
Una pérgola es un elemento arquitectónico y estructural. Éstas se caracterizan por estar conformadas por una especie de pasillo o corredor, enmarcado por una serie de pilares que soportan unas vigas longitudinales, que sirven de unión y de techo. Sobre estas vigas se apoyan otras que conforman el enrejado abierto típico de las pérgolas. Este tipo de estructura, tradicionalmente, era una extensión de la casa y solía ser utilizada como soporte para plantas trepadoras como parras de viñedo o plantas trepadoras.
Éstas se usaban ya en Egipto hace miles de años, aunque lo que nosotros conocemos como pérgola, actualmente, es lo que empieza a verse en la Italia del siglo XV. Es una estructura que ha evolucionado mucho con el paso de los años y que ha ido ganando peso y valor en las construcciones modernas.
Los romanos también adoptaron la costumbre de construir pérgolas en sus villas y casas de campo. Es por ello, que el nombre de esta estructura procede del latín, ‘pergula’, vocablo que hace referencia a un balcón con plantas. La palabra fue evolucionando etimológicamente y hasta ‘pérgola’ (palabra italiana) o ‘parra’ y ‘emparrado’ en español, como lugar donde se dejaban crecer estas plantas. Actualmente, utilizamos la palabra castellana en el ámbito coloquial, mientras que el término italiano, lo ajustamos a un vocabulario más técnico o culto.
Durante la historia existen diferentes vestigios de la utilización de estas estructuras. Por ejemplo, en la Alta Edad Media, nos podíamos encontrar ante los llamados ‘túneles verdes’, que podrían considerarse la versión más rústica o campestre de estos. Estos estaban formados por un enrejado, resultado del combado de los propios pilares de madera flexible.
Las pérgolas han tenido momentos de esplendor a lo largo de su historia, pero quizás el momento más reseñable sea la época comprendida entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, en Inglaterra. Estas estructuras eran la base y elemento de moda en todos los jardines privados de las casas señoriales de la época victoriana.
Sin embargo, hoy en día, su uso se ha extendido y son muchas las posibilidades que esta estructura ofrece. Si bien las antiguas se construían exclusivamente con madera y otros elementos de origen vegetal, actualmente se fabrican en distintos materiales: desde maderas tratadas especiales para exterior hasta aluminio o acero.
Podemos encontrarlas en formato sencillo (sólo con el enrejado) o con franjas de tela (o plástico) entrelazadas, que ayudan a aportar un extra de sombra y una estética más acogedora y relajante. Perfectas para terrazas, un amplio jardín o un bonito patio interior con poca sombra natural. Por decirlo de alguna manera, una pérgola es el sustitutivo perfecto de un porche, de fácil montaje y con aires más ligeros, pues suelen ser más altas y además, se pueden montar rápidamente y de forma muy sencilla.
Pérgola de jardín Marbella | Ámbar Muebles |
Fuente: Ambar Muebles