Los espacios verdes pueden reducir el riesgo de demencia en mujeres de mediana edad

La función cognitiva a la mediana edad se considera un fuerte predictor de si una persona puede desarrollar demencia más adelante en la vida.

Según los investigadores, que estudiaron a casi 14.000 mujeres con una edad promedio de 61 años, una reducción de la depresión, un factor de riesgo para la demencia, puede explicar el vínculo entre la vegetación y la función cognitiva.

El estudio publicado en JAMA Network Open refuerza investigaciones anteriores que han vinculado la exposición a parques, jardines comunitarios y otros espacios verdes con una mejor salud mental.

“Algunas de las principales formas en que la naturaleza puede mejorar la salud es ayudando a las personas a recuperarse del estrés psicológico y alentándolas a salir a socializar con amigos; ambas cosas mejoran la salud mental”, dice la autora principal Marcia Pescador Jiménez, profesora adjunta de epidemiología en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Boston.

«Quizás no nos sorprenda que la naturaleza estimule la actividad física, pero los beneficios para la salud que conlleva —desde la reducción del riesgo de cáncer hasta la mejora del funcionamiento metabólico y de otras funciones— son realmente asombrosos» , afirma Gretchen Daily

Este estudio es uno de los pocos que aporta evidencia de que los espacios verdes pueden beneficiar la función cognitiva en la vejez. Nuestros hallazgos sugieren que los espacios verdes deberían investigarse como un posible enfoque a nivel poblacional para mejorar la función cognitiva.

Para el estudio, Pescador Jiménez y sus colegas midieron la velocidad psicomotora, la atención, el aprendizaje y la memoria de trabajo en mujeres, principalmente blancas. Las mujeres participaron en el Estudio de Salud de Enfermeras II , el segundo de tres estudios que se encuentran entre las investigaciones más extensas sobre los factores de riesgo de enfermedades crónicas en mujeres de Estados Unidos.

Al ajustar la edad, la raza y el nivel socioeconómico del individuo y del vecindario, los investigadores descubrieron que la exposición a espacios verdes (que estimaron utilizando una métrica basada en imágenes satelitales llamada Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada) estaba asociada con la velocidad psicomotora y la atención, pero no con el aprendizaje o la memoria de trabajo.

La contaminación del aire y la actividad física

También examinaron los roles potenciales de la contaminación del aire y la actividad física para explicar la asociación entre el espacio verde y la función cognitiva, y se sorprendieron al encontrar sólo evidencia de la depresión como factor mediador.

“Teorizamos que la depresión podría ser un mecanismo importante a través del cual los espacios verdes pueden ralentizar el deterioro cognitivo, especialmente entre las mujeres, pero nuestra investigación está en curso para comprender mejor estos mecanismos”, dice Pescador Jiménez.

Con base en estos resultados, los médicos y las autoridades de salud pública deberían considerar la exposición a espacios verdes como un factor potencial para reducir la depresión y, por lo tanto, mejorar la función cognitiva. Los responsables políticos y los urbanistas deberían centrarse en incorporar más espacios verdes en la vida cotidiana para mejorar la función cognitiva.

En un nuevo proyecto financiado por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, Pescador Jiménez aplicará algoritmos de aprendizaje profundo a las imágenes de Google Street View para comprender mejor qué elementos específicos de la vegetación, como árboles o césped, podrían ser factores determinantes de la salud.

Los investigadores también esperan que su estudio se replique en otras poblaciones raciales/étnicas.

“La distribución de espacios verdes en las ciudades no es uniforme”, afirma Pescador Jiménez. “Aumentar el acceso diario a la vegetación entre los grupos vulnerables de las ciudades es un paso crucial para lograr la equidad en salud”.

Otros coautores provienen del Brigham and Women’s Hospital, la Facultad de Medicina de Harvard, la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard y el Rush Medical College.

Los Institutos Nacionales de Salud apoyaron el trabajo.

Fuente: Universidad de Boston

Estudio original DOI: 10.1001/jamanetworkopen.2022.9306